Don Onofre era un tipo regordete y malencarado. Era maestro de sociales de 6° EGB. Ahí estaba yo. Un día, al salir de clase, un amigo llevó una videoconsola de su hermano a mi casa. Ya lo veía venir…
Nuestras primeras videoconsolas
NES y Megadrive
Esa tarde jugamos a un par de juegos retro de la NES, el Mega Man y el Super Mario Bros 3 durante cinco o seis horas. No tenía examen que estudiar… o eso creía. A la 1 de la madrugada me acosté y cerré los ojos. Los abrí al segundo. Recordé mi examen a las 9 de la mañana del día siguiente con don Onofre. La sangre se me congeló. Estudié a escondidas hasta las 5 de la madrugada. Llegué muerto y, milagro, el profesor estaba enfermo. Lloré de alivio. Esa misma tarde, mi amigo y yo continuamos jugando, ahora con a las retroconsolas, concretamente con mi Megadrive y el famoso Street of Rage II y el Sonic.
Super Nintendo y Neo Geo
Algunos de los mejores recuerdos que guardo de la niñez y la adolescencia giran en torno a unas consolas retro y unos cuantos retrojuegos: las tardes mágicas frente a un bocadillo y un vaso de leche jugando a la Street Fighter 2 en la Supernintendo, aquellos fines de semana de fútbol con videojuegos retro que encontrábamos en las maquinitas como el Neo Geo Cup ’98 y sus melodías tan añoradas.
Hoy no es lo mismo
Siempre que recuerdo mi infancia me pasan por la mente una Game Cube guardada en mi buró, una Nintendo 64 de un vecino, una Game Boy con muchos kilómetros o una Sega Master System II con migajas de pan por todos sus rincones. Hoy vivo con una Xbox 360, una Megadrive, una NES retro, una Nintendo Wii entre muchas más videconsolas retro y más modernas. Pero eso sí, me falta comer más bocadillos y beber más vasos de leche.